+Europa

 

Acabamos de aprobar en el Pleno del Senado el proyecto de ley orgánica por la que se autoriza la ratificación por España del Tratado de Lisboa por 232 votos a favor, 6 votos en contra y 2 abstenciones.

Merecía la pena convocar una sesión extraordinaria en pleno mes de julio para que el Senado diera la última palabra en la aprobación por las Cortes Generales de la ley orgánica para la ratificación del Tratado de Lisboa, después de que hace algunas semanas Irlanda hiciera temblar de nuevo las bases de la nueva Europa que con este Tratado debe ponerse en marcha. Con ello damos fé de un compromiso europeista que además refuerza de forma muy importate la vocación de Europa en la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, convirtiendo la carta de derechos europeos en un documento jurídicamente vinculante.

De nuevo hemos escuchado en la tribuna de oradores a quienes por defender más Europa han votado en contra. Desde algunas visiones pretendidamente progresistas y desde otras nacionalistas han querido convencernos de que es mejor oponerse a un Tratado que avanza, según ellos poco, en la construcción de una Europa más cercana a los ciudadanos. Han vuelto a repetir que por defender a Europa, votaban no. Gracias a este argumento llevamos meses paralizados por el voto en contra de franceses y holandeses,  voto que en muchos casos pretendían avanzar mucho más, aunque  mezclados en una «confederación» de descontentos  con quienes deseaban fervientemente paralizar Europa.

Este Tratado debe suponer recuperar el compromiso con los ciudadanos. Dejemos atrás esa Europa de las 65 horas o la que cierra sus fronteras a quienes quieren trabajar y edificar Europa con nosotros.

Recordemos la disposición que fundamenta la Unión Europea en «los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y repeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías». Es lo que dice su artículo uno.